Cuando hace escaso tiempo de esto el Pirata Morgan amarró en la Isla del Caño sus barcos repletos de tesoros y marcados por historias de abordajes, ataques y saqueos de barcos de la Marina Inglesa y Americana, seguro que se dio cuenta enseguida que pedazo de paraíso había descubierto.
La Isla del Caño no sólo es uno de los espacios naturales más magníficos de Costa Rica pero la riqueza submarina que la puebla es algo digno de conocer, en especial para buzos.
Sin embargo, llegar a este paraíso natural se hace bien dificultoso. Desde la Capital el paso por el Cerro de la Muerte es algo inevitable, y como lo hace especular el nombre, el pasar por este puerto anieblado a cualquier hora del día es todo un espectáculo. La vista dominante de las montañas y nubes permite gozar de un amanecer descomunal, que parece obtenido de otro sitio que no sea Costa Rica.
La Isla del Caño no sólo es uno de los espacios naturales más magníficos de Costa Rica pero la riqueza submarina que la puebla es algo digno de conocer, en especial para buzos.
Sin embargo, llegar a este paraíso natural se hace bien dificultoso. Desde la Capital el paso por el Cerro de la Muerte es algo inevitable, y como lo hace especular el nombre, el pasar por este puerto anieblado a cualquier hora del día es todo un espectáculo. La vista dominante de las montañas y nubes permite gozar de un amanecer descomunal, que parece obtenido de otro sitio que no sea Costa Rica.
Acto II: WaterWorld.
La llegada a Bahía Drake ya hace entrever de lejos al famoso paraíso perdido. Paseo en bote desde Sierpes hasta la Bahía, largo de más de 1 hora y durante el cual nos habrán acompañado delfines durante unos breves minutos, saltando a la superficie cada 30 m.
Cuando el capitán me deja solo en la playa del hotel Caño Diver, playa insólita por lo deshabitada que parece y el encanto que desata, detrás de unos arbustos aparece el Hotel, que en realidad no es más que un grupo reducido de cabañas. Aquí no hay electricidad y por lo tanto adiós a la civilización si algún día existió, a partir de las 18h00, se usa la luz solar acumulada durante el día, esto en el restaurante, porque en las habitaciones lo único que nos ilumina además de la luna es una vela tímidamente apuesta sobre la mesa de noche.
Al igual que en la película de la Isla Perdida, algunas personas viven aquí, lejos de todo y de todos, un poco como en una comunidad y esta noche , para mi gran suerte, es día de fiesta de Navidad. Susana, Alex, Mimi, Melvin, Wilberto, Diego, Henry, Shirley, Adriana, Lorena, Ramiro, Nadine, todos tan acogedores y fantásticas personas.
Las últimas cervezas acompañadas de algún que otro paso de baile solo eran el preludio a las inmersiones del día siguiente:
Nada más llegar a los 18 metros, nos vemos rodeados, Melvin, el instructor experto, Juan Carlos y yo mismo, por unos 10 tiburones aletas blancas, tiburones dóciles.
Vos sabes Mamá, no os preocupes, no estoy loco, por lo menos eso creo, estos tiburones no son como los tiburones toro ó blancos, son más tranquilos y durante el día suelen dormir. Por eso algunos de ellos están quietos, al contrario de los demás que necesitan moverse constantemente para poder sobrevivir bajo el agua.
La Raya de más de 6 metros de ancho que, escondida bajo el arena tranquila se nos presentó de repente, provocó algo intenso, al igual que el banco de barracudas que se paseó a pocos metros de nosotros. Lo demás, miles de peces, morenas, cangrejos, mantas, en fin, hermosos compañeros para los amantes del buceo.
En cuanto al tesoro del Pirata Morgan, lo dejé para otra vez, porque sin duda alguna, volveré a la Isla del Caño.
Miguel Habana.
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