Ya hacía calor esa mañana en Puerto Viejo cuando de repente se presentó en el Pan Pay. Esta croissantería emplazada a pocos metros del Jhonny's, lugar habitual de la fiesta nocturna, presentaba una imagen inmejorable en comparación con lo que solemos encontrarnos en el Puerto. Los amos, catalanes, habían decidido transformar una antigua panadería con el fin de poder ofrecer croissantería y desayunos semejantes a los que hay del otro lado del charco, Europa quiero decir.
Cuando deambuló por la entrada, la mayoría de las miradas se vieron arrebatadas de su quehacer, hombres en su mayoría,_que vamos a hacer, así somos de débiles _, dejando a medias las conversaciones ó lecturas que estaban llevando, sin preocuparse por lo que nadie hubiera podido pensar.
Y como decía Ismael Serrano en una de sus canciones, 'El culo, se lo mueve el diablo'. Y a ella eso le gustaba, sabedora de lo que estaba provocando en ese corto instante. Pareciera como si el acalorado ambiente de carnaval de Puerto Viejo, finalizado una semana antes, siguiera vivo. Y es que así era.
'Oye Papito, dame dos de estos' fue lo único que voceó, con un acento tan de Puerto Viejo, ya marcado por su pasado caribeño, y acorde a su esbelto cuerpo, de 1m80, fino, atlético, llamativo y con unas caderas que inspiraban a cuantos hombres estábamos aquí cualquier tipo de baile prohibido. No se parecían en nada a esas exageradas caderas que muchas de ellas llevan pasados los años, en especial las negritas. Quizás porque ella era Mulata. Podía ser de Puerto Viejo, aúnque también quizás era de Limón, ó de Manzanillo, ó a lo mejor de Cahuita. Quizás su color era el de Punta Uva, ó de Cocles, ó incluso sacado de Playa Negra, Playa Chiquita ó Playa Grande, quien sabe.
Lo cierto es que su salida fue al igual que su aparición, cargada de encanto, sintiendo como un montón de ojos la recorrían, y como ella a cambio no quiso conceder ni una simple mirada a todos esos blanquitos que llegaban cada día a su Puerto Viejo. Puerto Viejo tan cerca del Paraíso. A robárselo.
En un camino bordado de palmeras, dirigiéndose hacia la playa, se había eclipsado, tal como una fantasía. ¿La volveríamos a ver esta tarde en la playa Cocles? Tal vez con sus amigos rastas. ¿La volveríamos a ver esta noche bailando, como solo ellas saben, en el Stanford?
Quien sabe, aunque esa historia os la contaré en otra ocasión...
Miguel Habana.
Cuando deambuló por la entrada, la mayoría de las miradas se vieron arrebatadas de su quehacer, hombres en su mayoría,_que vamos a hacer, así somos de débiles _, dejando a medias las conversaciones ó lecturas que estaban llevando, sin preocuparse por lo que nadie hubiera podido pensar.
Y como decía Ismael Serrano en una de sus canciones, 'El culo, se lo mueve el diablo'. Y a ella eso le gustaba, sabedora de lo que estaba provocando en ese corto instante. Pareciera como si el acalorado ambiente de carnaval de Puerto Viejo, finalizado una semana antes, siguiera vivo. Y es que así era.
'Oye Papito, dame dos de estos' fue lo único que voceó, con un acento tan de Puerto Viejo, ya marcado por su pasado caribeño, y acorde a su esbelto cuerpo, de 1m80, fino, atlético, llamativo y con unas caderas que inspiraban a cuantos hombres estábamos aquí cualquier tipo de baile prohibido. No se parecían en nada a esas exageradas caderas que muchas de ellas llevan pasados los años, en especial las negritas. Quizás porque ella era Mulata. Podía ser de Puerto Viejo, aúnque también quizás era de Limón, ó de Manzanillo, ó a lo mejor de Cahuita. Quizás su color era el de Punta Uva, ó de Cocles, ó incluso sacado de Playa Negra, Playa Chiquita ó Playa Grande, quien sabe.
Lo cierto es que su salida fue al igual que su aparición, cargada de encanto, sintiendo como un montón de ojos la recorrían, y como ella a cambio no quiso conceder ni una simple mirada a todos esos blanquitos que llegaban cada día a su Puerto Viejo. Puerto Viejo tan cerca del Paraíso. A robárselo.
En un camino bordado de palmeras, dirigiéndose hacia la playa, se había eclipsado, tal como una fantasía. ¿La volveríamos a ver esta tarde en la playa Cocles? Tal vez con sus amigos rastas. ¿La volveríamos a ver esta noche bailando, como solo ellas saben, en el Stanford?
Quien sabe, aunque esa historia os la contaré en otra ocasión...
Miguel Habana.