La llegada a Merzouga se nos hizo larga. Varias horas en bus desde Fez pero valió la pena. Ya hay mucho polvo de arena, el viento resopla los sonidos del desierto y nos transporta a un mundo de sensaciones nuevas.
Si bien hace meses nos habíamos adentrado en el desierto de Rajastán, queríamos llegar a uno más acorde a lo que nos imaginamos desde niños, dunas y dunas resplandecentes bajo el sol. Color arena y sol en todas las esquinas de nuestros ojos!
La llegada al hostal situado a la entrada de Merzouga nos sirvió para tomar el primer contacto con el desierto de Erg Chebbi.
El recibimiento muy caluroso no es de extrañar, este lugar antiguamente poblado de árabes, negros y bereberes, está acostumbrado historicamente a recibir bien a los viajantes.
Tomamos un par de horas para asentarnos en nuestra habitación calurosa, y nos preparamos para iniciar el viaje al desierto.
Ya vamos camino de ser expertos en los viajes a camello, los de la India nos habían servido de bautizo, y por lo tanto ya nos esperábamos a los duros ajetreos que se llevan estos animales, más subiendo y bajando dunas bajo el calor asfixiante del desierto.
Y de repente la vista se relaja y no se cansa de admirar el paisaje, divino, contrastes y fusiones de colores nos dejan sin habla. Un cielo azul intensivo y una arena con color también intenso nos dejan recuerdos de por vida. Volveremos al desierto!
Al cabo de unas horas nos encontramos con unas primeras tiendas de bereberes. Y pozos en medio del desierto donde los habitantes del lugar o viajeros se rearman para el resto del viaje.
Decidimos descansar en esas tiendas. Llega la hora de comer y el guía nos va a preparar un plato local.
Aprovechamos para inmortalizarnos con él, y con nuestros camellos. Ahora redactando estas palabras, unos meses después, echo tanto de menos este lugar y momento!
Aún no llegó la hora de comer, la sed y el calor nos tiene agotados, son casi los 48 grados del desierto, y aprovechamos para descansar en la tienda de berebere.
Un poco de música y mi preciosa acompañante me dedica esta mirada sutil !
Y a comer!
Después de una siesta en pleno desierto, bajo la sombra de unos árboles secos, seguimos explorando la zona, a pie esta vez.
Y las dunas que nos rodean parecen sacadas de un libro de National Geographic.
El sol empiez a caer y decidimos subir a la duna más alta de todas las que nos rodean, a unos cientos de metros de nosotros.
Cientos de metros subiendo dunas que parecían pequeñas pero que se agigantan a medida que avanzamos. Arena en los zapatos, arena quemando, un paso adelante y dos atrás, resbalando en las cuestas más duras de las dunas. Hermosa experiencia!
Pero el viaje hasta la duna, el viaje a Merzouga, el viaje a Marruecos ha valido la pena por este simple instante!
Allí arriba desde la duna observo el paisaje que me rodea, y de repente, junto a Gaby, me vienen recuerdos y emociones de toda mi vida, relacionadas con toda la gente que quiero y con quien quisiera compartir ese momento, relacionadas con tantos viajes ya experimentados en America Latina, en Asia, en Europa,....
Precioso. Por favor silencio y observen, estamos en el desierto de Erg Chebbi!